Y ahora, ¿qué?
- Ronald Alvarado Soto.
- 2 sept
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Actualizado: 2 sept
Alicia, de 32 años junto con otras 9 mujeres compartían una sala de hospital en la ciudad donde vivían; todas se encontraban a la espera del resultado de los exámenes de mama que se habían efectuado.
Sabían por los panfletos informativos colocados en las paredes, que estadísticamente una de las diez mujeres presentes esa mañana recibiría malas noticias.

Una a una fueron pasando hasta que le llegó el turno a Alicia, y en tanto la enfermera le indicó que debía esperar a la doctora, sintió un frío que le turbó el alma.
La doctora confirmó sus temores “tenía cáncer”, por su mente pasaron velozmente sus tres hijos, su esposo, su madre…
Hoy mismo no fueron pocos los diagnósticos de cáncer que se sumaron a este: Cáncer de colon, de estómago, de pulmón, de páncreas, etc.; personas enfermas que no solo sienten que su mundo se detuvo, sino que sus planes futuros se caen a pedazos.
Ser diagnosticado con cáncer es una terrible noticia que ninguno desea recibir; por años hemos escuchado que esto les sucede a otros, mas rara vez pensamos que nos ocurrirá a nosotros.
El diagnóstico de cáncer marca un antes y un después, es un impacto emocional que nos deja ‘en shock’ en desequilibrio, porque la vida simplemente ha cambiado y no lo podemos evitar.
Ahora como arrastrados por una fuerte corriente, nos adentramos en un valle oscuro, una calle de desesperanza, de tristeza, de duda, de frustración, de enojo -y sin querer sentirse así- hasta de soledad. Esta noticia afectará desde luego y de formas distintas a los familiares, sean estos: Hijos, padres, cónyuges, hermanos, amigos, etc.
No es posible revertir el tiempo, la enfermedad llegó y solo queda enfrentarla ‘caminar aprendiendo y aprendiendo al caminar’ ¿Cómo dar la cara a esta nueva realidad? La enfermedad será tratada por médicos especialistas en oncología y otros galenos que se sumaran según sea necesario.
Sin embargo la parte emocional, el alma, el corazón, y los pensamientos no por eso deberán ser ignorados y mucho menos desechados. Es necesaria la esperanza, la confianza, la seguridad, el optimismo; el enfermo se topará con pesimistas, personas que susurran y cuyos rostros solo muestran gestos de condolencia -y esto no lo podremos evitar- pero siempre hay esperanza, una esperanza sólida.
A pesar de que algunos tengan un diagnóstico reservado, no son pocos los que han salido adelante, y su expectativa de vida dejó de tener límites, ya que inclusive han terminado de criar hijos y hasta nietos.
Y aunque la esperanza no se vende en pastillas, no solamente es real, sino eficaz.
Con el tiempo algunos de estos vencedores solo seguirán y cuando miren al pasado les parecerá solo contemplar una pesadilla de la que prefieren no hablar.
Pero habrá otros vencedores que no se alejarán, ellos son como ángeles que continuarán allí para apoyar -y como ellos también caminaron por donde caminamos ahora- serán portadores de consuelo, embajadores de esperanza. Ellos también atravesaron el valle de sombras, sombras que se transforman en espesas tinieblas durante estos tiempos de profundo temor e incertidumbre.
Mas ellos lograron vislumbrar una luz…una luz maravillosa, una luz que no se apagó aun con un diagnóstico pesimista. Esta luz cuando fue encendida, les trajo gozo, paz y les brindó una “esperanza fundamentada” a todos aquellos quienes la recibieron.
No faltará quienes se opongan a que se encienda esa luz en el alma, pero en medio de esta prueba cabe cuestionarse: “¿Acaso no necesito ayuda?”
Creo que ya sabe a cuál luz me refiero, esa Maravillosa Luz que tiene nombre propio: “Jesús”.
Hoy, claro está, damos gracias a Dios por los médicos, por el avance de la ciencia y los tratamientos en favor de nuestra atención, los cuales debemos seguir al pie de la letra.
Pero el Señor Jesús le quiere acompañar si usted así se lo permite; y aunque la historia de su vida ya esté escrita hasta hoy, bueno sería permitirle al Señor Jesús que desde ahora sea Él el Escritor de lo que está por venir.
¡No lo dude, Dios le ama!
Escrito por: Ronald Alvarado Soto.



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